MOSQUITOS

La calle estaba quieta, oscura, a pesar del farol que amagaba con apagarse. Julio dió sus últimos pasos y finalmente cayó al lado del poste que tintineaba a media cuadra.

Pasaron las horas, eran ya las tres de la mañana, los perros deambulaban y escarbaban los basureros. El Guardia de la cuadra anterior vió a Julio ingresar por la calle oscura; pero no le vió salir. El creyó que estaba borracho y que se había quedado dormido, como suele pasar.

Unos muchachos entraron por la calle oscura, eran las cuatro y cuarto, estaban algo tomados y reían a carcajadas, daban saltos y se abrazaban, hasta que llegaron donde estaba Julio, se acercaron a él y después de dar unos gritos, se alejaron asustados.

A las cinco de la mañana, el guardia se acercó temeroso hacia Julio, le tomó el pulso, escuchó si respiraba o si olía a alcohol; pero nada de eso, estaba muerto.

Cuando llegó la Policía, eran las seis menos cuarto, preguntaron a los vecinos si había visto o escuchado algo.

Julio no tenía señales de violencia en el cuerpo, a excepción de una picadura en la mano izquierda, a la altura del nudillo del dedo índice. Lo más raro era la ausencia de sangre en sus venas.

Los vecinos, lo único que dijeron fue que aquella noche, los mosquitos no dejaron dormir a nadie.

2 comentarios:

Silvia dijo...

Jo y yo que sigo con mis picaduras y siento que un poco de mi se fue en ellas :S
Muy buen relato.
Un beso y abrazo.

Juan Kutipa dijo...

Grande Marcelo, espero no vacies tu vacija de relatos, es grato leerte, un abrazo desde Hibernia.

 
NÚMERO DE GUERREROS VISITANTES DEL IBOCA